Año 1881. Te presentamos a la familia Mackenzie: rica, poderosa, peligrosa y excéntrica. Una dama no podía ser vista en su compañía sin que por ello quedase empañada su reputación. Rumores de violentas tragedias les rodea, de amantes, de oscuros apetitos, de escándalos que tienen alborotadas a Inglaterra y Escocia.El hijo menor, Ian, conocido como El loco Mackenzie, ha pasado la mayor parte de su juventud en un manicomio, y todos están de acuerdo en que, sin duda, es raro. Además es duro y apuesto, y tiene debilidad por la cerámica Ming y las mujeres hermosas.Beth Ackerley, viuda, ha recibido recientemente una fortuna. Ha decido que no desea más penas en su vida. Su infancia no fue nada fácil; un padre alcohólico, que les condujo a un asilo para pobres; una madre frágil, a la que tuvo que cuidar hasta el día de su muerte; una quisquillosa dama, a la que tuvo que hacer compañía a todas horas. No, desea coger su dinero y encontrar un poco de paz, viajar, aprender arte, ponerse cómoda y recordar con cariño el breve, aunque feliz, matrimonio con su difunto esposo.Y entonces, Ian Mackenzie decide que es a ella a quien desea…
Unos personajes absolutamente nada convencionales. Una trama llena de intriga, muerte, desconfianza, traición y locura. Una novela que escapa de los clichés en la que está atrapada la romántica histórica.
Cuando leí el resumen del argumento, no sé por qué, pensé que sería más cómica que trágica y cuando leí las primeras páginas creí que no me había equivocado. ¿Cómo no puede ser divertida una novela que empieza con una escena en la que dos caballeros, uno de ellos el protagonista, están negociando la venta de una taza de porcelana Ming? La ridiculez de la situación en sí misma prometía una lectura que nada tiene que ver con lo que encontramos poco después.
Sí, hay momentos divertidos. El sentido del humor de Beth frente a la imposibilidad de Ian de entenderla, hace que algunos momentos sean divertidos, pero eso es todo. No estamos ante unos personajes de la alta sociedad entrenados y educados para bromear y coquetear inocentemente, sino ante un hombre y una mujer cuyas vidas han sido un infierno desde el momento de su nacimiento y que han sobrevivido a base de pura fuerza de voluntad.
Él, Ian, es el hijo pequeño de uno de los duques más poderosos de Gran Bretaña, que ha vivido y sobrevivido a su internamiento en un manicomio a los doce años hasta que fue adulto cuando, a la muerte de su padre, su hermano, el nuevo duque, consiguió sacarlo de allí. Las experiencias vividas allí dentro, junto a su dolencia (que por los síntomas podría ser un leve grado de autismo, aunque eso es más una suposición que otra cosa ya que no soy una experta ni mucho menos) le han convertido en alguien a quien todo el mundo teme. Sus explosiones de ira injustificadas para todo el mundo excepto para sí mismo, su incapacidad para mirar directamente a los ojos a nadie, para prestar atención a las conversaciones o para mentir (es brutalmente honesto hasta la grosería); sus frecuentes dolores de cabeza, su prodigiosa memoria e inteligencia y sus numerosas manías, hacen que sea un hombre solitario que huye de las multitudes.
Supongo que es precisamente esa vulnerabilidad lo que lo convierte en un personaje del que te enamoras al instante y que su afirmación “soy incapaz de amar” en el capítulo dos, hace que vislumbres con emoción lo que vendrá después. Por supuesto que será capaz de amar, al fin y al cabo estamos leyendo una novela romántica; la cuestión verdaderamente importante es ¿cómo lo hará? Y ¿cuándo se dará cuenta?
Y ahí esta el quid de la cuestión, porque si hay una mujer capaz de sacar a Ian de su caparazón falto de emociones, esa es Beth Ackerley.
Beth es rica, pero su dinero proviene de una herencia recibida de una anciana a la que cuidó durante años como dama de compañía. Hija de un alcohólico (un supuesto rico venido a menos) y de la hija de un caballero rural (desheredada al escaparse con su amor), se quedó huérfana siendo muy joven y creció en un orfanato en el East End, el barrio más peligroso de Londres. Por eso Beth no es una dama al uso, de las que se escandalizan y desmayan a la más mínima oportunidad. Es fuerte, inteligente, honesta, divertida y la única persona que cuando mira a Ian, ve mucho más allá de la supuesta locura.
Pero no lo tienen fácil.
Ian guarda muchos secretos relacionados con el asesinato de una prostituta, secretos que le ahogan y le provocan pesadillas, y Beth tendrá que recurrir a toda su fortaleza y terquedad para desentrañar qué ocurrió de verdad cinco años atrás, para poder liberar a Ian de la culpa que lo atormenta.
La novela está plagada de sentimientos y es muy emocionante ser testigo de la evolución de los personajes. En cada momento te queda claro por qué hacen lo que hacen y eso consigue que incluso los erráticos movimientos de Ian sean comprensibles, lo que te acerca más a él y hace que te identifiques con su comportamiento, a pesar de no conocer sus secretos. Y también te identificas fácilmente con Beth, una mujer empeñada en proteger al hombre que ama a pesar que él sea incapaz de demostrar por ella nada más que pasión y lujuria.
No puedo mentir. Me he enamorado de la novela, de los personajes y de la forma de narrar de la autora, total y absolutamente emotiva, que te atrapa desde el principio.
Un consejo para quien se decida a leerla: hazlo cuando tengas tiempo de sobras, porque cuando hayas empezado, es probable que no puedas dejarla hasta llegar al final. A mí me ha pasado.
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