martes, 6 de agosto de 2013

Relato: Una excursión cualquiera V



¡Qué hombre tan... tan...! ugh, pensó MarieAnne cuando entró en el dormitorio dando un portazo. Un momento era encantador y al siguiente, un troglodita. ¿Cómo se atrevía a hablarle así?

Se quitó la toalla de la cabeza y entró en el baño. Buscó el secador y cuando lo encontró, lo enchufó y puso a secarse el pelo.

Todo lo que tenía de guapo, lo tenía de cabrón. Estaba tentada de coger su mochila, salir por la puerta y decirle adiós. Si no fuera porque no estaba segura de hacia dónde debía ir, lo haría, se juró a sí misma. Y dudaba mucho que él la dejase marchar. Era tan malditamente protector.

Terminó con su pelo, lo peinó como pudo y se miró en el espejo.



Nunca nadie había sido protector con ella antes. Sus padres habían sido bastante despreocupados. Sus cabezas estaban tan llenas con los problemas de sus respectivos trabajos que a duras penas le habían hecho caso. Si por lo menos hubiera tenido una hermana, se habrían tenido la una a la otra. Pero fue hija única y en contra de lo que la mayoría de la gente piensa, eso había sido un verdadero asco.

No quería admitirlo, pero en el fondo le gustaban sus maneras autoritarias porque detrás de ellas podía percibir la preocupación que sentía por ella. Y eso le calentó el corazón... y otras cosas.

Salió de la habitación dispuesta a disculparse por sus últimas palabras.

Luke estaba agachado delante de la chimenea, amontonando unos troncos con la intención de encenderla. Ella se quedó parada en la puerta, observándole. Físicamente, era un magnífico ejemplar de hombre. Antes, cuando lo había tenido tan cerca que hubiese podido tocarlo sólo con alargar un poco la mano, se había llenado con su aroma a jabón de afeitar y a macho. Casi había inalado con fuerza como un animal para llenarse de su olor, pero había podido resistir la tentación. Ahora, mientras lo miraba moverse estando agachado, pudo ver los músculos endurecidos bajo la ropa y se preguntó cómo sería tener a un hombre así en la cama, ni que fuera una sola vez.

Se frotó los ojos con las manos en un gesto inútil para quitar esa idea de su mente y carraspeó para hacerle saber que estaba allí.

Luke se levantó en cuanto la oyó y se giró para mirarla.

–Quisiera disculparme por...

–Lo siento MarieAnne, yo...

Ambos empezaron a hablar al mismo tiempo y ambos se callaron. Después se rieron tímidamente, mirándose a los ojos.

–Tú primero–, dijo Luke.

–Quería disculparme por lo que he dicho antes. Tengo la lengua muy larga y no suelo pensar las cosas antes de hablar. Lo que he dicho era ofensivo y sin justificación. Al fin y al cabo, no has hecho más que preocuparte por mí desde que me encontraste en el bosque.

–Acepto tus disculpas– dijo él sonriéndole y MarieAnne se quedó embobada mirando esa boca pecaminosa–. Sólo si tu aceptas las mías. Tenías razón, soy un tirano y no tengo demasiados amigos. Y te he hablado de una forma nada conveniente. Eres mi invitada...

–Forzosa– lo interrumpió ella.

–Eres mi invitada– reiteró él enfatizando la frase–, y nada disculpa mi falta de modales.

Ella se acercó hasta la chimenea y se puso delante de Luke. Lo miró durante un instante y acabó sonriéndole mientras le tendía la mano en señal de paz.

–¿Tregua, entonces?

Él le cogió la mano, la estrechó y asintió con la cabeza.

–Tregua.

–Bien. ¿Qué haces para pasar el tiempo además de pasear por el bosque? – preguntó mirando a su alrededor–. No veo que tengas televisión ni nada por el estilo.

–Básicamente paseo y leo. Contemplo la naturaleza. Eso me relaja y me ayuda a olvidar todos los problemas.

–¿Vives aquí permanentemente?

–No, vivo en Nueva York. Pero me gusta venir aquí siempre que puedo.

–Que coincidencia, yo también vivo allí.

Ella se sentó en el sofá mientras él encendía la chimenea. Contempló cómo las llamas prendían en la madera y después se sentó a su lado.

–¿Y en qué trabajas?

–En una empresa de tecnología. Algo aburrido de lo qué hablar– le dijo él. Claro que omitió el hecho que la empresa era suya y que era una de las más importantes del sector.

–Lamento eso. Siempre he pensado que todo el mundo debería trabajar en algo que lo divirtiera además de darle de comer.

Él se rio suavemente.

–Pues te aseguro que yo no me divierto. Mi trabajo no me da más que dolores de cabeza y preocupaciones.

–¿Y por qué no cambias de trabajo?

–Sentido de la responsabilidad, supongo.

–Entonces lo que haces es importante o no crees que nadie pueda hacerlo mejor que tú. No sé por qué, pero pienso que es un poco de ambas cosas, ¿me equivoco?

Ahora Luke se rio. Esta mujer lo había calado y apenas acababa de conocerlo.

–¿Siempre eres así con todo el mundo? – preguntó él–. Miras a alguien a los ojos y eres capaz de ver hasta en lo más profundo de su alma, ¿no?

Ella hizo un mohín de disgusto.

–No te burles de mí.

–Lo digo en serio, porque me has descrito a la perfección– dijo Luke, muy serio. Ella se encogió de hombros.

–No con todo el mundo, sólo con las personas que me gustan.

Se quedaron en silencio. Él la miró con esos ojos profundamente azules. Estaban sentados uno junto al otro, sus piernas casi tocándose. El fuego de la chimenea crepitaba insistentemente y lanzaba reflejos rojizos. Un mechón de pelo se deslizó por la frente de MarieAnne y Luke no pudo reprimir el impulso de cogerlo con los dedos y apartarlo de su rostro echándolo hacia atrás con delicadeza. Ella suspiró por el tímido contacto y tragó saliva con fuerza. Él sonrió mostrando los blancos dientes y deslizó la mano por su mejilla.

–Creo que voy a besarte– le dijo. Pasó la mano hacia su nuca y la atrajo hacia él. Sus bocas se unieron.
Primero fue un beso dulce, embriagador. Como un sorbo de champán o un vino blanco, suave y edulcorado. Sus labios se rozaron suavemente una y otra vez, tentativamente, pidiendo permiso para la invasión. Pero cuando MarieAnne entreabrió la boca dándole la bienvenida, pasó a ser como un trago de whisky, fuego ardiente que los calentó por dentro.

Sus lenguas se enredaron, rozaron y acariciaron, jugando la una con la otra. Tanto era Luke quien invadía como se convertía en el invadido. Exploraron las bocas con ansia, sedientos cada uno del sabor del otro, buscando la humedad como enfermos febriles que necesitan agua fresca.

Luke rompió el beso sin soltar el agarre de su nuca y MarieAnne se quejó con un gemido al sentir la boca vacía y los labios huérfanos. Respiraban agitadamente como si el aire se negara a entrar en sus pulmones y tuvieran que esforzarse por hacer llegar el preciado oxigeno hasta su cuerpo.

Luke apoyó la frente sobre la de MarieAnne y la miró durante unos segundos antes de hablar.

–¿Quieres que detenga esto? – le preguntó entre jadeos–, porque si sigo adelante y tu cambias de opinión...

–Ni se te ocurra parar ahora– le contestó agarrándose a la pechera de su camisa y tirando de él para acercarlo más a ella–. Te mato si lo haces.

Luke soltó una risita de satisfacción antes de atacar de nuevo su boca, atrayéndola hacia su cuerpo cogiéndola por la cintura y dejándose caer hacia atrás hasta quedar tendido sobre el sofá, con MarieAnne encima de él.

Ella abandonó su boca para construir un camino de fuego por su mandíbula dándole leves toques con los labios, hasta llegar a su oreja y entretenerse allí jugando con el lóbulo. Él gimió mientras sus manos bajaban por su espalda hasta llegar a su culo y ahuecarlo, impulsándola hacia arriba. Su boca se perdió en su cuello, en el hueco que forma con el hombro, y fue bajando por el esternón.

–Demasiada ropa–, dijo él cuando se encontró con la camisa.

–Lo mismo digo.

Ambos rieron mientras desabotonaban las camisas del otro, con prisas, urgentemente, como si el tiempo fuera su enemigo más cruel. Volaron las camisas y las bocas volvieron a fundirse en una mientras Luke buscaba los enganches del sostén sin encontrarlos.

–No llevas sujetador–, dijo en un jadeo cuando se dio cuenta.

–Está tendido en el baño, secándose– explicó ella.

–Me encanta, es justo donde deberían estar siempre– contestó él sonriendo antes de volver a besarla y ahuecar los pechos con sus manos. MarieAnne gimió contra su boca.

–Dios, que hermosos son... – jadeó Luke mientras su boca se dirigía hacia ellos. Los besó mientras la impulsaba más arriba ahuecando su culo. Chupó primero un pezón, después el otro, mordisqueándolos cuidadosamente consiguiendo que se pusieran más duros.

–¡Luke, Dios!

MarieAnne abrazó la cabeza de él, aprisionándola contra sus pechos, sintiendo el fuego que se extendía desde su centro hacia todo su cuerpo, hundiendo el rostro en su pelo, jadeando y gimiendo desesperadamente.

–Te quiero ya dentro de mí.

–Sshhht, no tan deprisa.

–Pero...

–Paciencia...

Cogió las piernas de MarieAnne obligándola a sentarse a horcajadas sobre él mientras se incorporaba y la obligaba a callar besándola de nuevo. Se levantó sin soltarla. Ella se agarró a su cuello y le rodeó la cintura con las piernas.

–¿A dónde vamos?

–A la cama.

Ella ronroneó mientras le hociqueaba en el cuello y él se rio, feliz.

La dejó suavemente sobre la cama. Le quitó las botas y le desabrochó los pantalones. Empezó a besar su estómago y se detuvo en el ombligo durante unos segundos, lamiéndolo y besándolo. Después tiró con delicadeza de los pantalones hasta quitárselos. Tampoco llevaba bragas. La polla de Luke palpitó con fuerza al ver los rizos negros y se demoró en esa fantástica visión hasta que MarieAnne gruñó.

–Luke, ¿vas a quedarte ahí plantado el resto del día?

Él sonrió de nuevo mientras se quitaba las botas y los calcetines, los pantalones y los bóxer, quedando tan desnudo como ella. MarieAnne lo miraba con los ojos brillantes, disfrutando del espectáculo tanto como él.

–Eres magnífico.

–Y tú una preciosidad.

Ella se rio, feliz porque él la viera de ese modo.

Luke se tumbó a su lado y pasó la mano por el estómago, acariciándola hasta llegar entre sus muslos y hundirla allí, entre los rizos que tanto lo habían fascinado. Perdió la boca entre sus pechos mientras ella lo agarraba del pelo y lo apretaba contra ellos, queriendo más, mucho más.

–¿Luke?

–¿Mmmm?

–Condón.

–Ajá.

Él se levantó un momento, rebuscó en el cajón de la mesita de noche y sacó un papel plateado. Lo rompió y le mostró el condón a MarieAnne.

–¿Me harías el honor de ponérmelo tú?

Se rio ante lo pomposo de la frase y se sentó sobre los talones mientras él se ponía sobre la cama de nuevo, boca arriba. Se lo puso con delicadeza, admirando la longitud y el grueso de su polla.

Intentó sentarse a horcajadas sobre él, pero Luke se lo impidió, cogiéndola por la cintura y rodando con ella sobre la cama. Le asió las manos y las inmovilizó sobre la cabeza mientras la besaba el cuello.

–Impaciente...

–No puedo más, Luke.

Él soltó una risita ante el gemido de MarieAnne. Se irguió, soltándole las manos en el proceso, poniéndose de rodillas entre las piernas de ella. MarieAnne se incorporó sobre sus codos mirándole con el ceño fruncido. Luke bajó de la cama, se arrodilló a los pies y atrajo el cuerpo de ella hasta que sus piernas quedaron fuera de la cama. Y entonces se apoderó de su coño con la boca.

MarieAnne cayó hacia atrás, arqueando la espalda con cada envite de su lengua. Traviesa y juguetona, lamió el clítoris y lo mordisqueó, empleándose a fondo mientras ella gruñía, jadeaba y gemía, removiéndose sobre la cama como una serpiente pero sin poder escapar de tan habilidosa tortura porque él tenía sus piernas bien sujetas, totalmente abiertas para su deleite.

También entraron en juego sus dedos, primero uno, después dos, que acariciaban, penetraban y pellizcaban en sus zonas más sensibles.

Sin poder soportarlo más, MarieAnne estalló en un orgasmo que la hizo gritar y arquearse mientras agarraba furiosamente las sábanas con las manos.

Antes que pudiera recuperarse de los espasmos de su cuerpo, Luke la penetró, aferrándose a su cintura, empujando una y otra vez dentro de su cuerpo. El orgasmo casi remitido volvió a remontar. Se avivó el fuego del volcán de su cuerpo y MarieAnne volvió a gritar mientras Luke seguía penetrándola, cada envite más duro y más profundo que el anterior, hasta que él también se rompió en mil pedazos y se dejó caer sobre su cuerpo, las piernas colgando inertes fuera de la cama.

Después de unos segundos se arrastró hacia el centro, llevándola a ella con él, tapándolos a ambos con el edredón que había quedado olvidado a un lado. Abrazados, se quedaron dormidos sin decir nada.



4 comentarios:

  1. Wowwww excelente capitulo mucho fuego!!!!

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  2. Arde Roma, y no es culpa de Nerón jajajajjaja

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  3. Wowwww, me ha encantado ella. Pícara, graciosa, atrevida,sensual...¿Lo agarra de la pechera? jajajjaja un gesto muy bueno.Y ese comentario de "te mato si lo haces" (parar)Genial. Y él con calma jajajajjaja. Un capítulo divertido y cargado de sensualidad. Se tenían ganas...

    Veremos a ver qué sucede en la siguiente entrega.

    Besos

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