¡Qué hombre tan... tan...!
ugh, pensó MarieAnne cuando entró en el
dormitorio dando un portazo. Un momento era encantador y al siguiente, un
troglodita. ¿Cómo se atrevía a hablarle así?
Se
quitó la toalla de la cabeza y entró en el baño. Buscó el secador y cuando lo
encontró, lo enchufó y puso a secarse el pelo.
Todo
lo que tenía de guapo, lo tenía de cabrón. Estaba tentada de coger su mochila,
salir por la puerta y decirle adiós. Si no fuera porque no estaba segura de
hacia dónde debía ir, lo haría, se juró a sí misma. Y dudaba mucho que él la
dejase marchar. Era tan malditamente protector.
Nunca
nadie había sido protector con ella antes. Sus padres habían sido bastante
despreocupados. Sus cabezas estaban tan llenas con los problemas de sus
respectivos trabajos que a duras penas le habían hecho caso. Si por lo menos
hubiera tenido una hermana, se habrían tenido la una a la otra. Pero fue hija
única y en contra de lo que la mayoría de la gente piensa, eso había sido un
verdadero asco.
No
quería admitirlo, pero en el fondo le gustaban sus maneras autoritarias porque
detrás de ellas podía percibir la preocupación que sentía por ella. Y eso le
calentó el corazón... y otras cosas.
Salió
de la habitación dispuesta a disculparse por sus últimas palabras.
Luke
estaba agachado delante de la chimenea, amontonando unos troncos con la
intención de encenderla. Ella se quedó parada en la puerta, observándole.
Físicamente, era un magnífico ejemplar de hombre. Antes, cuando lo había tenido
tan cerca que hubiese podido tocarlo sólo con alargar un poco la mano, se había
llenado con su aroma a jabón de afeitar y a macho. Casi había inalado con
fuerza como un animal para llenarse de su olor, pero había podido resistir la
tentación. Ahora, mientras lo miraba moverse estando agachado, pudo ver los
músculos endurecidos bajo la ropa y se preguntó cómo sería tener a un hombre
así en la cama, ni que fuera una sola vez.
Se
frotó los ojos con las manos en un gesto inútil para quitar esa idea de su
mente y carraspeó para hacerle saber que estaba allí.
Luke
se levantó en cuanto la oyó y se giró para mirarla.
–Quisiera
disculparme por...
–Lo
siento MarieAnne, yo...
Ambos
empezaron a hablar al mismo tiempo y ambos se callaron. Después se rieron
tímidamente, mirándose a los ojos.
–Tú
primero–, dijo Luke.
–Quería
disculparme por lo que he dicho antes. Tengo la lengua muy larga y no suelo
pensar las cosas antes de hablar. Lo que he dicho era ofensivo y sin
justificación. Al fin y al cabo, no has hecho más que preocuparte por mí desde
que me encontraste en el bosque.
–Acepto
tus disculpas– dijo él sonriéndole y MarieAnne se quedó embobada mirando esa
boca pecaminosa–. Sólo si tu aceptas las mías. Tenías razón, soy un tirano y no
tengo demasiados amigos. Y te he hablado de una forma nada conveniente. Eres mi
invitada...
–Forzosa–
lo interrumpió ella.
–Eres
mi invitada– reiteró él enfatizando la frase–, y nada disculpa mi falta de
modales.
Ella
se acercó hasta la chimenea y se puso delante de Luke. Lo miró durante un
instante y acabó sonriéndole mientras le tendía la mano en señal de paz.
–¿Tregua,
entonces?
Él
le cogió la mano, la estrechó y asintió con la cabeza.
–Tregua.
–Bien.
¿Qué haces para pasar el tiempo además de pasear por el bosque? – preguntó
mirando a su alrededor–. No veo que tengas televisión ni nada por el estilo.
–Básicamente
paseo y leo. Contemplo la naturaleza. Eso me relaja y me ayuda a olvidar todos
los problemas.
–¿Vives
aquí permanentemente?
–No,
vivo en Nueva York. Pero me gusta venir aquí siempre que puedo.
–Que
coincidencia, yo también vivo allí.
Ella
se sentó en el sofá mientras él encendía la chimenea. Contempló cómo las llamas
prendían en la madera y después se sentó a su lado.
–¿Y
en qué trabajas?
–En
una empresa de tecnología. Algo aburrido de lo qué hablar– le dijo él. Claro
que omitió el hecho que la empresa era suya y que era una de las más
importantes del sector.
–Lamento
eso. Siempre he pensado que todo el mundo debería trabajar en algo que lo
divirtiera además de darle de comer.
Él
se rio suavemente.
–Pues
te aseguro que yo no me divierto. Mi trabajo no me da más que dolores de cabeza
y preocupaciones.
–¿Y
por qué no cambias de trabajo?
–Sentido
de la responsabilidad, supongo.
–Entonces
lo que haces es importante o no crees que nadie pueda hacerlo mejor que tú. No
sé por qué, pero pienso que es un poco de ambas cosas, ¿me equivoco?
Ahora
Luke se rio. Esta mujer lo había calado y apenas acababa de conocerlo.
–¿Siempre
eres así con todo el mundo? – preguntó él–. Miras a alguien a los ojos y eres
capaz de ver hasta en lo más profundo de su alma, ¿no?
Ella
hizo un mohín de disgusto.
–No
te burles de mí.
–Lo
digo en serio, porque me has descrito a la perfección– dijo Luke, muy serio.
Ella se encogió de hombros.
–No
con todo el mundo, sólo con las personas que me gustan.
Se
quedaron en silencio. Él la miró con esos ojos profundamente azules. Estaban
sentados uno junto al otro, sus piernas casi tocándose. El fuego de la chimenea
crepitaba insistentemente y lanzaba reflejos rojizos. Un mechón de pelo se
deslizó por la frente de MarieAnne y Luke no pudo reprimir el impulso de
cogerlo con los dedos y apartarlo de su rostro echándolo hacia atrás con
delicadeza. Ella suspiró por el tímido contacto y tragó saliva con fuerza. Él
sonrió mostrando los blancos dientes y deslizó la mano por su mejilla.
–Creo
que voy a besarte– le dijo. Pasó la mano hacia su nuca y la atrajo hacia él.
Sus bocas se unieron.
Primero
fue un beso dulce, embriagador. Como un sorbo de champán o un vino blanco,
suave y edulcorado. Sus labios se rozaron suavemente una y otra vez,
tentativamente, pidiendo permiso para la invasión. Pero cuando MarieAnne
entreabrió la boca dándole la bienvenida, pasó a ser como un trago de whisky,
fuego ardiente que los calentó por dentro.
Sus
lenguas se enredaron, rozaron y acariciaron, jugando la una con la otra. Tanto
era Luke quien invadía como se convertía en el invadido. Exploraron las bocas
con ansia, sedientos cada uno del sabor del otro, buscando la humedad como
enfermos febriles que necesitan agua fresca.
Luke
rompió el beso sin soltar el agarre de su nuca y MarieAnne se quejó con un
gemido al sentir la boca vacía y los labios huérfanos. Respiraban agitadamente
como si el aire se negara a entrar en sus pulmones y tuvieran que esforzarse
por hacer llegar el preciado oxigeno hasta su cuerpo.
Luke
apoyó la frente sobre la de MarieAnne y la miró durante unos segundos antes de
hablar.
–¿Quieres
que detenga esto? – le preguntó entre jadeos–, porque si sigo adelante y tu
cambias de opinión...
–Ni
se te ocurra parar ahora– le contestó agarrándose a la pechera de su camisa y
tirando de él para acercarlo más a ella–. Te mato si lo haces.
Luke
soltó una risita de satisfacción antes de atacar de nuevo su boca, atrayéndola
hacia su cuerpo cogiéndola por la cintura y dejándose caer hacia atrás hasta
quedar tendido sobre el sofá, con MarieAnne encima de él.
Ella
abandonó su boca para construir un camino de fuego por su mandíbula dándole
leves toques con los labios, hasta llegar a su oreja y entretenerse allí
jugando con el lóbulo. Él gimió mientras sus manos bajaban por su espalda hasta
llegar a su culo y ahuecarlo, impulsándola hacia arriba. Su boca se perdió en
su cuello, en el hueco que forma con el hombro, y fue bajando por el esternón.
–Demasiada
ropa–, dijo él cuando se encontró con la camisa.
–Lo
mismo digo.
Ambos
rieron mientras desabotonaban las camisas del otro, con prisas, urgentemente,
como si el tiempo fuera su enemigo más cruel. Volaron las camisas y las bocas
volvieron a fundirse en una mientras Luke buscaba los enganches del sostén sin
encontrarlos.
–No
llevas sujetador–, dijo en un jadeo cuando se dio cuenta.
–Está
tendido en el baño, secándose– explicó ella.
–Me
encanta, es justo donde deberían estar siempre– contestó él sonriendo antes de
volver a besarla y ahuecar los pechos con sus manos. MarieAnne gimió contra su
boca.
–Dios,
que hermosos son... – jadeó Luke mientras su boca se dirigía hacia ellos. Los
besó mientras la impulsaba más arriba ahuecando su culo. Chupó primero un
pezón, después el otro, mordisqueándolos cuidadosamente consiguiendo que se
pusieran más duros.
–¡Luke,
Dios!
MarieAnne
abrazó la cabeza de él, aprisionándola contra sus pechos, sintiendo el fuego
que se extendía desde su centro hacia todo su cuerpo, hundiendo el rostro en su
pelo, jadeando y gimiendo desesperadamente.
–Te
quiero ya dentro de mí.
–Sshhht,
no tan deprisa.
–Pero...
–Paciencia...
Cogió
las piernas de MarieAnne obligándola a sentarse a horcajadas sobre él mientras
se incorporaba y la obligaba a callar besándola de nuevo. Se levantó sin
soltarla. Ella se agarró a su cuello y le rodeó la cintura con las piernas.
–¿A
dónde vamos?
–A
la cama.
Ella
ronroneó mientras le hociqueaba en el cuello y él se rio, feliz.
La
dejó suavemente sobre la cama. Le quitó las botas y le desabrochó los
pantalones. Empezó a besar su estómago y se detuvo en el ombligo durante unos
segundos, lamiéndolo y besándolo. Después tiró con delicadeza de los pantalones
hasta quitárselos. Tampoco llevaba bragas. La polla de Luke palpitó con fuerza
al ver los rizos negros y se demoró en esa fantástica visión hasta que
MarieAnne gruñó.
–Luke,
¿vas a quedarte ahí plantado el resto del día?
Él
sonrió de nuevo mientras se quitaba las botas y los calcetines, los pantalones
y los bóxer, quedando tan desnudo como ella. MarieAnne lo miraba con los ojos
brillantes, disfrutando del espectáculo tanto como él.
–Eres
magnífico.
–Y
tú una preciosidad.
Ella
se rio, feliz porque él la viera de ese modo.
Luke
se tumbó a su lado y pasó la mano por el estómago, acariciándola hasta llegar
entre sus muslos y hundirla allí, entre los rizos que tanto lo habían
fascinado. Perdió la boca entre sus pechos mientras ella lo agarraba del pelo y
lo apretaba contra ellos, queriendo más, mucho más.
–¿Luke?
–¿Mmmm?
–Condón.
–Ajá.
Él
se levantó un momento, rebuscó en el cajón de la mesita de noche y sacó un
papel plateado. Lo rompió y le mostró el condón a MarieAnne.
–¿Me
harías el honor de ponérmelo tú?
Se
rio ante lo pomposo de la frase y se sentó sobre los talones mientras él se
ponía sobre la cama de nuevo, boca arriba. Se lo puso con delicadeza, admirando
la longitud y el grueso de su polla.
Intentó
sentarse a horcajadas sobre él, pero Luke se lo impidió, cogiéndola por la
cintura y rodando con ella sobre la cama. Le asió las manos y las inmovilizó
sobre la cabeza mientras la besaba el cuello.
–Impaciente...
–No
puedo más, Luke.
Él
soltó una risita ante el gemido de MarieAnne. Se irguió, soltándole las manos
en el proceso, poniéndose de rodillas entre las piernas de ella. MarieAnne se
incorporó sobre sus codos mirándole con el ceño fruncido. Luke bajó de la cama,
se arrodilló a los pies y atrajo el cuerpo de ella hasta que sus piernas
quedaron fuera de la cama. Y entonces se apoderó de su coño con la boca.
MarieAnne
cayó hacia atrás, arqueando la espalda con cada envite de su lengua. Traviesa y
juguetona, lamió el clítoris y lo mordisqueó, empleándose a fondo mientras ella
gruñía, jadeaba y gemía, removiéndose sobre la cama como una serpiente pero sin
poder escapar de tan habilidosa tortura porque él tenía sus piernas bien
sujetas, totalmente abiertas para su deleite.
También
entraron en juego sus dedos, primero uno, después dos, que acariciaban,
penetraban y pellizcaban en sus zonas más sensibles.
Sin
poder soportarlo más, MarieAnne estalló en un orgasmo que la hizo gritar y
arquearse mientras agarraba furiosamente las sábanas con las manos.
Antes
que pudiera recuperarse de los espasmos de su cuerpo, Luke la penetró,
aferrándose a su cintura, empujando una y otra vez dentro de su cuerpo. El
orgasmo casi remitido volvió a remontar. Se avivó el fuego del volcán de su
cuerpo y MarieAnne volvió a gritar mientras Luke seguía penetrándola, cada
envite más duro y más profundo que el anterior, hasta que él también se rompió
en mil pedazos y se dejó caer sobre su cuerpo, las piernas colgando inertes
fuera de la cama.
Después
de unos segundos se arrastró hacia el centro, llevándola a ella con él,
tapándolos a ambos con el edredón que había quedado olvidado a un lado.
Abrazados, se quedaron dormidos sin decir nada.
Wowwww excelente capitulo mucho fuego!!!!
ResponderEliminarArde Roma, y no es culpa de Nerón jajajajjaja
ResponderEliminarWowwww, me ha encantado ella. Pícara, graciosa, atrevida,sensual...¿Lo agarra de la pechera? jajajjaja un gesto muy bueno.Y ese comentario de "te mato si lo haces" (parar)Genial. Y él con calma jajajajjaja. Un capítulo divertido y cargado de sensualidad. Se tenían ganas...
ResponderEliminarVeremos a ver qué sucede en la siguiente entrega.
Besos
Ay, mamita!! Qué calor!!!
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