MarieAnne
no se había sentido tan a gusto en toda su vida. Tener la cabeza y la espalda
apoyada sobre ese ancho pecho la hizo sentir tan a gusto como si hubiese
llegado por fin a casa, al lugar al que pertenecía. Era extraño tener una
sensación así con un hombre del que no sólo no sabía su nombre, sino del que ni
siquiera había logrado ver el rostro. Su voz sonaba cálida y acogedora a los
oídos, y su toque, tierno y suave cuando le apartó el mechón del rostro. Por
eso quiso protestar cuando la volvió a acostar y se separó de ella.
Varias
horas después fue capaz de abrir los ojos. Había sido consciente todo el rato
de lo que sucedía a su alrededor, pero no había manera que pudiera reaccionar.
Oyó las voces del desconocido hablando con otro hombre, probablemente el
médico. Decía que estaba deshidratada
pero que, aparte de eso, no parecía haber ningún otro problema. Alguien hurgó
en su brazo mientras le iba contando lo que iba a hacer y le pusieron un gotero para ayudarla a
rehidratarse. Después salieron de la habitación. Alguien volvió al cabo de un
rato, le quitó el suero, le abrió los ojos, la examinó y salió sin decir una
palabra. Médicos, tan comunicativos como una alpargata.
Oyó
voces amortiguadas, el sonido de una puerta al cerrarse y el ruido de un motor
que se alejaba. Después se durmió.
En
cuanto abrió los ojos y se removió inquieta en la cama, sintió una presencia a
su lado. Enfocó la mirada y se ruborizó profundamente. ¿Era éste el desconocido
que la había ayudado, desnudado y cuidado? Dios, era tan guapo que dolía
mirarlo. Tenía el cabello oscuro, ligeramente ondulado, algo más largo de lo
habitual pero sin que le llegara a los hombros. Sus ojos eran grandes y
hermosos, de un azul oscuro que rivalizaba con el del océano. El poderoso
mentón resultaba sexy con ese divertido hoyuelo en la barbilla. La nariz le
recordaba al David de Miguel Ángel. Y los labios... eran tan pecaminosos que la
Iglesia Católica debería publicar un edicto prohibiéndolos.
Recorrió
el cuerpo con la mirada y lo que vio la hizo sacudirse de placer. Hombros
anchos, cintura estrecha, muslos poderosos y... bien, si lo que se escondía
debajo de su bragueta estaba en reposo, ella no querría ni verlo estando
excitado. O quizá sí. Bueno, vale, definitivamente sí que querría.
Se
dio una bofetada mental por tener ese tipo de pensamientos en ese momento y
sobre alguien que ni siquiera conocía. Además, era estúpido. Aquel hombre la
había encontrado vomitando en el bosque. Por Dios, si seguramente debería estar
deseando que se despertara para largarla de su casa.
–Hola–,
dijo Luke con una sonrisa.
–Hola–,
contestó MarieAnne tímidamente sintiéndose cegada por esa sonrisa.
–Bienvenida
de vuelta al mundo de los vivos.
MarieAnne
se rio y se sintió estúpida.
–Gracias–,
susurró–. Por todo–. Se sentía horriblemente sucia y desaliñada delante de
aquel Adonis seductor–. Me gustaría tomar un baño. ¿Podría ser?
–Por
supuesto que sí, si te sientes con fuerzas. Has dormido casi veinticuatro horas
seguidas.
Ella
se incorporó de golpe ante la noticia sin darse cuenta que al hacerlo la ropa
que la cubría se había caído, dejando al descubierto el sujetador de encaje
transparente que a duras penas tapaba sus pechos. Cuando de repente vio hacia
dónde se dirigía la mirada de él, soltó un breve gritito y se cubrió tirando de
la sábana hacia arriba.
Él
se rio entre dientes, avergonzado por haber sido pillado y se pasó una de las
manos por el pelo.
–Perdona,
lo siento, pero no he podido evitarlo. Son tan... bonitas.
Ella
se ruborizó hasta la raíz del pelo y no dijo nada, pero se aferró más fuerte a
las sábanas.
–Me
llamo Luke Sands y no tienes nada que temer de mí. Aquella puerta de allí–
señaló a los pies de la cama– es el baño. Siéntete libre de utilizarlo. He
lavado y secado tus ropas, están sobre la silla al lado de la cama. Tienes
toallas limpias en el armario del baño. Si me necesitas para algo, estaré al
otro lado de esa puerta– señaló hacia la otra puerta de la habitación–. El médico
ha ordenado una dieta blanda para ti y como supongo que debes tener hambre, voy
a ir a prepararte algo. Puedes levantarte si quieres o volver a la cama después
de bañarte. Deberías descansar unas horas más, te iría bien.
Le
salió todo el discurso de corrillo y se sintió como cuando era un crío y debía
recitar la lección delante de la profesora de primaria. Dios, la vista de
aquellos pechos etéreamente disimulados debajo del fino sujetador de encaje, lo
hicieron sentir como un cavernícola. Tenía ganas de saltar por la habitación
dándose golpes en el pecho. Menos mal que en este bosque no había lianas o
acabaría balanceándose en una.
Salió
del dormitorio antes que ella dijese nada y fue hacia la cocina. Puso a hervir
agua para hacer un poco de arroz y rebuscó en el congelador hasta encontrar un
paquete de filetes que puso en el microondas para descongelarlos.
Cuando,
en el día anterior, la había despojado de las ropas mojadas, ni siquiera había
sido consciente de su cuerpo. Ella estaba enferma y él tenía que ayudarla. Eso
fue todo. Pero hoy despertó de repente con una lujuria que no había sentido
nunca. Cuando ella abrió los ojos y lo repasó de arriba a abajo con la mirada,
sintió como si lo hubiera acariciado físicamente. Esos ojos verdes adornados
con chispas de casi dorado lo habían recorrido evaluándolo inconscientemente y
sabía, por la ligera sonrisa que curvó sus labios y de la que ella ni siquiera
fue consciente, que había aprobado con nota alta. Y eso lo hizo sentir eufórico. ¿Por qué? No tenía ni
puta idea. Nunca había reaccionado así a una mujer desconocida.
Había
sentido lujuria repentina antes, por supuesto, pero jamás había venido
acompañada por este sentimiento de ternura que lo tenía inquieto y confundido
ahora mismo. Necesitaba follársela, sí, eso era indiscutible. Pero también quería
acunarla en su pecho, abrazarla, sostenerla; simplemente sentirla a su lado. Ni
siquiera su ex había conseguido que él tuviera esas necesidades y eso que en su
momento había creído amarla con toda el alma.
Grrrrr! Lo dejás en lo más emocionante. Muy buena escena entre ambos. Vaya, los dos han pensado de idéntica manera al mirarse. Esperaré la siguiente entrega
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Decididamente, quiero más!!
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