domingo, 4 de agosto de 2013

Relato: Una excursión cualquiera III



MarieAnne no se había sentido tan a gusto en toda su vida. Tener la cabeza y la espalda apoyada sobre ese ancho pecho la hizo sentir tan a gusto como si hubiese llegado por fin a casa, al lugar al que pertenecía. Era extraño tener una sensación así con un hombre del que no sólo no sabía su nombre, sino del que ni siquiera había logrado ver el rostro. Su voz sonaba cálida y acogedora a los oídos, y su toque, tierno y suave cuando le apartó el mechón del rostro. Por eso quiso protestar cuando la volvió a acostar y se separó de ella.

Varias horas después fue capaz de abrir los ojos. Había sido consciente todo el rato de lo que sucedía a su alrededor, pero no había manera que pudiera reaccionar. Oyó las voces del desconocido hablando con otro hombre, probablemente el médico. Decía  que estaba deshidratada pero que, aparte de eso, no parecía haber ningún otro problema. Alguien hurgó en su brazo mientras le iba contando lo que iba a  hacer y le pusieron un gotero para ayudarla a rehidratarse. Después salieron de la habitación. Alguien volvió al cabo de un rato, le quitó el suero, le abrió los ojos, la examinó y salió sin decir una palabra. Médicos, tan comunicativos como una alpargata.


Oyó voces amortiguadas, el sonido de una puerta al cerrarse y el ruido de un motor que se alejaba. Después se durmió.

En cuanto abrió los ojos y se removió inquieta en la cama, sintió una presencia a su lado. Enfocó la mirada y se ruborizó profundamente. ¿Era éste el desconocido que la había ayudado, desnudado y cuidado? Dios, era tan guapo que dolía mirarlo. Tenía el cabello oscuro, ligeramente ondulado, algo más largo de lo habitual pero sin que le llegara a los hombros. Sus ojos eran grandes y hermosos, de un azul oscuro que rivalizaba con el del océano. El poderoso mentón resultaba sexy con ese divertido hoyuelo en la barbilla. La nariz le recordaba al David de Miguel Ángel. Y los labios... eran tan pecaminosos que la Iglesia Católica debería publicar un edicto prohibiéndolos.

Recorrió el cuerpo con la mirada y lo que vio la hizo sacudirse de placer. Hombros anchos, cintura estrecha, muslos poderosos y... bien, si lo que se escondía debajo de su bragueta estaba en reposo, ella no querría ni verlo estando excitado. O quizá sí. Bueno, vale, definitivamente sí que querría.

Se dio una bofetada mental por tener ese tipo de pensamientos en ese momento y sobre alguien que ni siquiera conocía. Además, era estúpido. Aquel hombre la había encontrado vomitando en el bosque. Por Dios, si seguramente debería estar deseando que se despertara para largarla de su casa.

–Hola–, dijo Luke con una sonrisa.

–Hola–, contestó MarieAnne tímidamente sintiéndose cegada por esa sonrisa.

–Bienvenida de vuelta al mundo de los vivos.

MarieAnne se rio y se sintió estúpida.

–Gracias–, susurró–. Por todo–. Se sentía horriblemente sucia y desaliñada delante de aquel Adonis seductor–. Me gustaría tomar un baño. ¿Podría ser?

–Por supuesto que sí, si te sientes con fuerzas. Has dormido casi veinticuatro horas seguidas.

Ella se incorporó de golpe ante la noticia sin darse cuenta que al hacerlo la ropa que la cubría se había caído, dejando al descubierto el sujetador de encaje transparente que a duras penas tapaba sus pechos. Cuando de repente vio hacia dónde se dirigía la mirada de él, soltó un breve gritito y se cubrió tirando de la sábana hacia arriba.

Él se rio entre dientes, avergonzado por haber sido pillado y se pasó una de las manos por el pelo.

–Perdona, lo siento, pero no he podido evitarlo. Son tan... bonitas.

Ella se ruborizó hasta la raíz del pelo y no dijo nada, pero se aferró más fuerte a las sábanas.

–Me llamo Luke Sands y no tienes nada que temer de mí. Aquella puerta de allí– señaló a los pies de la cama– es el baño. Siéntete libre de utilizarlo. He lavado y secado tus ropas, están sobre la silla al lado de la cama. Tienes toallas limpias en el armario del baño. Si me necesitas para algo, estaré al otro lado de esa puerta– señaló hacia la otra puerta de la habitación–. El médico ha ordenado una dieta blanda para ti y como supongo que debes tener hambre, voy a ir a prepararte algo. Puedes levantarte si quieres o volver a la cama después de bañarte. Deberías descansar unas horas más, te iría bien.

Le salió todo el discurso de corrillo y se sintió como cuando era un crío y debía recitar la lección delante de la profesora de primaria. Dios, la vista de aquellos pechos etéreamente disimulados debajo del fino sujetador de encaje, lo hicieron sentir como un cavernícola. Tenía ganas de saltar por la habitación dándose golpes en el pecho. Menos mal que en este bosque no había lianas o acabaría balanceándose en una.

Salió del dormitorio antes que ella dijese nada y fue hacia la cocina. Puso a hervir agua para hacer un poco de arroz y rebuscó en el congelador hasta encontrar un paquete de filetes que puso en el microondas para descongelarlos.

Cuando, en el día anterior, la había despojado de las ropas mojadas, ni siquiera había sido consciente de su cuerpo. Ella estaba enferma y él tenía que ayudarla. Eso fue todo. Pero hoy despertó de repente con una lujuria que no había sentido nunca. Cuando ella abrió los ojos y lo repasó de arriba a abajo con la mirada, sintió como si lo hubiera acariciado físicamente. Esos ojos verdes adornados con chispas de casi dorado lo habían recorrido evaluándolo inconscientemente y sabía, por la ligera sonrisa que curvó sus labios y de la que ella ni siquiera fue consciente, que había aprobado con nota alta. Y eso lo  hizo sentir eufórico. ¿Por qué? No tenía ni puta idea. Nunca había reaccionado así a una mujer desconocida.

Había sentido lujuria repentina antes, por supuesto, pero jamás había venido acompañada por este sentimiento de ternura que lo tenía inquieto y confundido ahora mismo. Necesitaba follársela, sí, eso era indiscutible. Pero también quería acunarla en su pecho, abrazarla, sostenerla; simplemente sentirla a su lado. Ni siquiera su ex había conseguido que él tuviera esas necesidades y eso que en su momento había creído amarla con toda el alma.



2 comentarios:

  1. Grrrrr! Lo dejás en lo más emocionante. Muy buena escena entre ambos. Vaya, los dos han pensado de idéntica manera al mirarse. Esperaré la siguiente entrega

    :)

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