Con treinta y nueve años de edad, Elaine Metcliffe se despierta una mañana en otro siglo distinto al suyo, en la cama de otra mujer, dentro del cuerpo de otra mujer y casada con un marido que no es el suyo. Charles Mortimer, un apuesto miembro de la nobleza del siglo diecinueve, no es para nada parecido al marido que ha dejado en el siglo veinte.Decidido a seducir a la joven y frígida esposa con la que él cree haberse casado, Charles educará a Elaine en todas aquellas prácticas de placer físico con las que ella nunca se atrevió a imaginar. Y ella, por su parte, se verá en la encrucijada de escoger entre continuar con el frío matrimonio que dejó atrás y, por tanto, resolver cómo y porqué ha viajado en el tiempo, o abandonarse a las exquisitas caricias de Charles.
Decepcionante, es decir poco. Aburrida, incomprensible... eso son añadidos. De verdad, que no sé cómo calificar esta novela.
¡Mujeres de 39 años a más que estén presentes en la sala! ¡Levantad la mano! Veo que hay muchas más de las que pensaba.
A vosotras os digo, hagamos una suposición. Tenéis 39 años y lleváis 17 casadas con un chichimoca, un pocapena, un gilipollas que cree que el sexo es algo malo y sucio. Eso en pleno siglo XXI. Sois bajitas, gorditas y los hombres no os prestan ninguna atención. No habéis tenido un orgasmo en vuestra penosa vida, excepto por vuestra propia mano. ¿Qué haríais vosotras? La gilipollas de Elaine, se resigna. Yo le habría dado la patada mas deprisa que volando.
De repente, os despertáis a finales del siglo XIX, en el cuerpo de una jovencita de 20 años, recién casada con un hombre fogoso y sensual, y con una doncella de 60 años que es una bruja.
Debido a mi carácter, he de admitir que lo primero que hubiera hecho, habría sido estamparle la mesita de noche a la vieja bruja en toda la boca, eso antes siquiera de darme cuenta de lo que estaba pasando, antes de pensar que estaba soñando porque nada de lo que veía y oía podía ser real. No tengo un buen despertar, sobre todo cuando se hace de malos modos y con insultos. Pero no estoy aquí para hablar de mí.
Elaine-Morrigan es la gilipollas más grande que me he encontrado en una novela. Y no me la creo. ¿Una mujer de 39 años que se comporta como una jovencita virginal con un marido como Charles? JA. Vale que tiene miedo por la situación en la que está, metida en un cuerpo que no es el suyo, en un siglo que no es el suyo, rodeada de unas circunstancias que no acaba de comprender y sin poder ni imaginar cómo ha llegado hasta allí. Todo eso lo comprendo.
Que se comporte con prudencia y que tenga remordimientos porque el hombre que la desea y al que desea, no es realmente su marido, es lógico... hasta cierto punto. Se precia de ser pragmática, pero en realidad es infantil, inmadura, estúpida y sin carácter. Se preocupa por sandeces que no tienen importancia y relega a un segundo plano lo que es realmente importante.
Ni la comprendo ni me creo al personaje. Que se comporte así una mujer joven del siglo XIX, sí, pero... ¿una mujer adulta del siglo XXI? Ni una de 15 años sería tan ingenua. Me considero insultada por eso, y herida en mi amor propio.
¿Y cuando llega de visita la familia de Morrigan? ¿Las putadas que le hacen? ¿Sin que ella reaccione? O lo haga de una forma insulsa y estúpida, muy en su línea.
Lo siento, no puedo con esta novela. Después de haber quedado maravillada con todas las historias que había leído de esta autora, ésta se me antoja más que mediocre, como si ni siquiera hubiera sido escrita por ella. No es intensa ni emotiva; la poética que envuelve siempre la prosa de Robin Schone, brilla por su ausencia; no tiene calidad narrativa; y el personaje que lleva el peso de la historia, no es creíble en ningún aspecto.
Creo que es la primera vez que voy a decir esto, pero leerla es totalmente una pérdida de tiempo. Por lo menos, lo ha sido para mí.
Me lo apunto
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