La muerte nunca llega
a los amantes ingratos
y cuando la espada golpea
no los convierte en beatos.
Inmortales pero culpables
del delito más atroz
se quejan los innombrables
de no tener ya voz.
Sus cabezas bien cortadas
yacen en la oscuridad perpetua,
y con fuerza sus almas relegadas
gritan con el llanto de la estatua.
Fría piedra los rodea,
húmeda tierra los aplasta,
la eternidad los espera
en su tumba iconoclasta.
0 susurros a mi conciencia:
Publicar un comentario
Siéntete libre de comentar, pero siempre desde el respeto.