Hasta siempre, Pablo

Llevo varios días posponiendo este post. El dolor es demasiado reciente y la ausencia demasiado sentida como para hablar de él. Pero tengo que hacerlo, porque Pablo se lo merece.

Le conocí hace unos cinco años a través de una amiga común. Nunca nos llegamos a ver en persona y sólo hablamos a través del chat de facebook primero y del whassap después, pero pronto se convirtió en alguien muy importante en mi vida. En esa época yo me había convertido en una cínica que creía que la gente era mala por naturaleza, y que la bondad que demostraban no era más que hipocresía condicionada por el miedo: a ser descubiertos, al qué dirán, al castigo... Pero Pablo me demostró todo lo contrario: que la bondad es implícita en el ser humano y que sólo hay que darle una oportunidad; que las personas realmente malvadas son pocas y que los malos actos, por regla general, venían del miedo.

Es curioso cómo fallan las palabras cuando tengo que hablar de esta pérdida. Tengo tantas cosas que contar de Pablo. De su alegría y la fuerza que transmitía a los que lo conocíamos. De sus ganas de vivir.  Del orgullo con el que vivía su homosexualidad. De su coraje y valentía a pesar de las circunstancias que marcaron su vida.

Una enfermedad lo condenó a una silla de ruedas siendo muy niño, pero nunca dejó que eso  condicionara su vida. Recuerdo cuando hace un año más o menos, por fin le entregaron la silla de ruedas eléctrica. ¡Estaba tan feliz! Porque ese hecho le proporcionó lo que más deseaba en este mundo: independencia. Nunca había podido salir solo a la calle hasta ese momento, pues necesitaba que alguien empujara su silla porque no podía hacerlo por sí mismo. Ese primer día, salió solo a la calle por primera vez y disfrutó como nunca. Sé que a su madre casi le cuesta un ataque de nervios ¡a qué madre no le hubiera pasado lo mismo! Tenía 25 años en ese momento y toda una vida por delante. Eso es lo que todos creíamos.

Pablo tenía muchas grandes pasiones, pero una se situaba por encima de las demás: los idiomas. Su gran sueño, confesado en una de esas innumerables charlas que mantuvimos, era trabajar de traductor en Bruselas, porque así podría poner su granito de arena para que diferentes países y culturas, se entendieran un poco mejor. ¡Que típico de él! Era la persona más generosa que he conocido, tanto en sus afectos como en sus opiniones. No quería acabar vendiendo cupones en una caseta ("con todos mis respetos hacia los vendedores de cupones", añadió) porque sentía que estaba capacitado para hacer mucho más. 

Ya lo creo que estaba capacitado.

Después de terminar su licenciatura en filología inglesa, decidió hacer un master en traducción. Y no se conformó con eso. Al mismo tiempo, empezó a estudiar alemán y árabe en la Escuela Oficial de Idiomas, y francés e italiano por su cuenta. Y no hace mucho, me comentó que estaba pensándose estudiar japonés en un futuro próximo.

No estoy intentando hacer una biografía. Lo que quiero es que le conozcáis, y para eso es imprescindible que sepáis todo lo que logró con sus pocos años.

Pero si algo definía a Pablo, eran (somos) sus innumerables amigos. Sólo hace falta darse una vuelta por su muro del Facebook y ver cuántos nos hemos despedido de él allí. Porque Pablo era un verdadero amigo, de esos que sólo encuentras una vez en la vida. Fue mi muleta cuando necesité apoyo, mi payaso particular cuando necesité reír, mi filósofo personal cuando tenía días místicos (¡cuántas charlas sobre espiritualidad, metafísica, espiritismo, y superación personal tuvimos!), mi psicólogo cuando sentía que no podía más... En estos cinco años, no hubo un solo día en que me dijera que no tenía tiempo para mí si yo lo necesitaba. Y por supuesto, yo lo tuve para él siempre que lo necesitó.

Pero ya no está. Se me hace raro abrir el chat, ver su nombre y ser consciente que ya nunca más podré hablar con él, por lo menos no en esta vida. La noche del sábado al domingo se nos fue con 26  años, mientras dormía, sin hacer ruido, como no queriendo molestar, y la noticia de su muerte nos golpeó con fuerza a todos cuantos le queríamos.

Le echaré de menos toda mi vida. Nadie podrá sustituirle jamás. 

Pablo era capaz de llegar a tu corazón con unas poquitas palabras, hacer que el hielo se derritiera y desearas confesarle todos tus miedos y esperanzas, incluso las más locas que jamás has confesado a nadie.

No le hago justicia. Un montón de palabras y sigo sin ser capaz de compartir todo lo que fue para mí. Todo lo que era él. 

Fue un ángel que pasó brevemente por nuestras vidas, y que nos dejó el regalo más maravilloso que nadie puede darte: amor incondicional.

Te quiero, Pablo. Nunca te olvidaré. 

P.D.: Pablo, si estás leyendo esto, hazme un favor. Pásate por la mansión de nuestro RDJ y dime si en vivo y en directo, está tan bueno como en las pelis. Porfaaaaa, quiero saber cómo es sin maquillaje.