jueves, 14 de febrero de 2013

Relato: Sorpresa de san Valentín


Lisa miró el calendario colgado con un imán en la nevera de la cocina. 14 de febrero. San Valentín.
Arrugó la nariz y suspiró. El tercer san Valentín con Joaquín.
Caminó hacia el balcón mientras se comía, cucharada a cucharada, el yogur que sostenía en la mano. Miró a través de los cristales empañados (afuera hacía un frío mortal) pero todo lo que pudo ver fueron imágenes distorsionadas por el vaho acumulado.
Terminó el yogur y volvió a la cocina para tirar el envase vacío en la basura. Después se lavó las manos, se enjuagó la boca y se secó con la toalla que siempre tenía allí.
Casi cuatro años llevaba saliendo con Joaquín. Era un hombre apuesto y divertido, muy cariñoso, amigo de sus amigos y un amante de ensueño. Pero durante las últimas semanas, Lisa se estaba planteando dejarle.


No era que ya no le quisiera. Lo cierto era que, a pesar del tiempo transcurrido, seguía sintiendo las mariposas en la barriga cada vez que él la miraba risueño y le guiñaba el ojo, y las piernas siempre le temblaban cuando la besaba o empezaba a acariciarla. Lo amaba, sí, pero Lisa había cumplido ya los treinta años y Joaquín no le daba lo que más quería: una familia.
Lisa soñaba con establecerse, casarse, tener hijos; y Joaquín, cada vez que ella sacaba ese asunto, cambiaba de tema sin inmutarse. No discutían: él no era del tipo de hombre que alza la voz ni grita. Era peor. Con carantoñas y chistes susurrados, le daba un giro a la conversación hasta llevarla a cuestiones menos comprometedoras.
Lisa estaba segura que ése precisamente era el problema: el compromiso. Joaquín no estaba preparado para comprometerse del todo. No era un ligón, ni siquiera miraba dos veces a otra mujer que no fuera ella; pero Lisa estaba segura que tenía miedo a la responsabilidad que suponía formar una familia. Ella sí estaba preparada, pero él no. Ni siquiera había accedido a que vivieran juntos como hacían tantas otras parejas, sin papeles de por medio. 
Le entraron ganas de llorar. ¿Debería darle más tiempo? No quería dejarle, no cuando habían construido un amor tan fuerte y una relación tan bonita, basada en la confianza mutua y el compañerismo. No sólo eran amantes, también eran amigos. Compartían los mismos gustos y muchas aficiones. Se lo pasaban de muerte tanto si iban a un concierto de Extremoduro, al cine a ver una de acción, o si se quedaban en casa sacando humo a la Play3. Tampoco tenían problemas para divertirse si salían de copas con los amigos, o al teatro o a la ópera.
No quería perder lo que tenían, pero notaba cómo su reloj biológico iba haciendo tic tac de forma implacable y necesitaba más que un amante con el que compartir la cama y las diversiones: quería un compañero, un marido, alguien que siempre estuviera a su lado en lugar de regresar a su casa a altas horas de la madrugada.
El tercer san Valentín que pasarían juntos, y ella estaba pensando seriamente en dejarle.

A media tarde recibió un SMS.

“Cariño, vístete de gala para esta noche. Paso a buscarte a las 7 pm en punto. Tengo una sorpresa para ti.”

Se arregló sin prisas. Se sentía extraña: por un lado estaba ilusionada con la sorpresa (¿qué habría preparado?) pero por otro, estaba apática porque sabía que, fuera lo que fuese lo que tuviese en mente Joaquín, ni por asomo sería lo que ella quería: un anillo de compromiso.

Joaquín pasó a buscarla a las siete, puntual como un reloj suizo, y lo recibió con un beso que le llegó al alma. En el ascensor se besaron como dos adolescentes, tanteándose y jugando con las lenguas hasta llegar a la planta baja. Lisa lo besaba casi con desesperación, como si de alguna manera, le estuviera diciendo adiós.
Ya en el coche, Lisa intentó sonsacarle, pero Joaquín permaneció mudo como una momia, negándose entre risas a desvelar la sorpresa antes de tiempo.
A las ocho en punto, estaban subiendo en el ascensor del hotel Arts, que los llevaría hasta la segunda planta, donde está el restaurante Arola.
Lisa estaba impresionada. ¡Iban a cenar en uno de los mejores restaurantes ubicado en uno de los mejores hoteles de la ciudad! Nada de hamburguesas del McDonalds, ni mejicanos, ni chinos, sino una cena íntima en un ambiente romántico, con vistas al mar. Empezó a hacerse ilusiones, pero las desechó rápidamente. Sabía que en los últimos días se había comportado de una manera diferente con Joaquín, distante y algo introvertida, y quizá éste sólo quería agasajarla para que volviera a ser la de antes. Pero eso no iba a ocurrir, a no ser que él...
Cenaron tranquilamente, sin prisas. Joaquín bromeó mucho, esforzándose por hacerla reír, pero Lisa cada vez estaba más triste y por mucho que se esforzaba, a duras penas conseguía esbozar una sonrisa.
Cuando llegaron al postre, Joaquín suspiró. Estiró el brazo por encima de la mesa, con la palma hacia arriba, y la miró a los ojos. Lisa le cogió la mano y la apretó un instante e intentó sonreír.
—¿Qué ocurre, cariño?— le preguntó él, preocupado. Lisa negó con la cabeza. Tenía millones de lágrimas tras los ojos, intentando salir con desesperación, pero luchó contra ellas y las retuvo. Estaba siendo una cena tan maravillosa que no quería estropearlo con recriminaciones—. ¿No te ha gustado la sorpresa?
Así que esa era la sorpresa. ¿Por qué se extrañaba? Nada de románticas declaraciones, ni de anillos ni peticiones.
Joaquín sonrió con tristeza y la miró a los ojos. Se llevó su mano a los labios y la besó en la palma, con una infinita ternura.
—Te quiero. Lo sabes, ¿verdad?— le preguntó en un susurro. Lisa asintió con la cabeza. Era como si las palabras le hubieran desaparecido del cerebro, echándose a correr en desbandada, porque era incapaz de articular ni una sola.
Entonces Joaquín le hizo un gesto al camarero, éste asintió y desapareció de su vista. Al cabo de unos instantes, empezó a sonar su canción: Savin’ me, de Nickelback.
Joaquín se levantó de la mesa, se puso delante de ella y se arrodilló en el suelo mientras buscaba algo en el bolsillo de su americana.
—¿Recuerdas cuando nos conocimos?— le preguntó mirándola a los ojos—. Tú llevabas ese vestido verde tan corto que me volvía loco, el que intentaste tirar el año pasado y yo no te dejé. Estabas preciosa con tu melena azabache suelta cayéndote por la espalda y me quedé mirándote cono un idiota hasta que me decidí a acercarme a ti. Bailamos esta canción, después te invité a una copa y te acompañé hasta tu casa. Hablamos durante todo el camino y después seguimos ante la puerta de tu casa hasta que casi se nos hizo de día. Quedamos al día siguiente para tomar café, pero cuando te di las buenas noches, yo ya sabía que tú eras la mujer de mi vida—. En ese momento calló durante un instante para inhalar aire y llenarse los pulmones antes de decir la frase que iba a cambiar su vida para siempre—. Te quiero, Lisa. Eres lo primero en lo que pienso cuando me despierto, y la última imagen que se forma en mi cerebro antes de dormirme, es tu rostro, sonriéndome. Quiero pasar el resto de mi vida a tu lado. ¿Quieres casarte conmigo?
En aquel momento sacó la mano del bolsillo. En ella tenía un estuche de joyería. Lo abrió, y dentro había un anillo de oro blanco con un zafiro azul en el centro, rodeado de seis pequeños brillantes.
Lisa soltó un gritito y se llevó las manos a la boca. Los comensales en el restaurante los miraron con complicidad, algunos sonrieron sacudiendo la cabeza, y de repente, todos empezaron a aplaudir.
Joaquín la miraba, expectante, esperando una respuesta, y Lisa se arrojó en sus brazos, rodeándole el cuello y empezando a repartir besos por todo su rostro, repitiendo una y otra vez:
—Sí, sí, sí, claro que sí. Te quiero tanto, tanto, mi amor...
Ambos se levantaron, no sin algunas dificultades, y unieron sus labios como un símbolo de lo que les deparaba el futuro, un pequeño simulacro de la felicidad por venir, teniendo como testigos a un montón de desconocidos que empezaron a aplaudir, entusiastas, viendo en ellos aquello que más deseaban para sí mismos: AMOR.




9 comentarios:

  1. Uf que susto me distes ya me veía moqueando como en el ultimo relato:'(
    Y amiga no tengo el cuerpo para el drama, gracias magistral y romántico justo lo que necesitaba :-*

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  2. ¡¡¡Mujer, cómo voy a hacer algo así en un día como hoy!!! ji ji ji ji No soy tan mala persona... ;-)
    Me alegro que te haya gustado y que fuera precisamente lo que necesitabas.
    Un beso

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  3. Que lindo, un poquito de romanticismo no cae mal de ves en cuando......y me encantò el anillo!!!! ya lo deseo para mi.

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  4. Pues a mi se me ha ido alguna lagrimilla, sera que todavia estoy sensiblona por San valentin.

    ¡Precioso relato!

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  5. Maravillosa escena, sensible, romántica y bonita.
    ¡Ay! L'amour...

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  6. Precioso relato. Muchísimas gracias.

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