El reflejo del sol boqueando en la nada,
el viento en la cara de tu luna menguante
y el agua golpeando tu cuarto creciente
esperando impaciente la sombra alada.
Tu Ícaro en llamas volando alto,
nunca a la altura de tus desvelos,
siempre a la espera de tus anhelos,
mientras Dédalo sucumbe al llanto.
Dime quién le ha prendido fuego a las alas,
dime quién llora la muerte de las hadas.
Dímelo tú que sabes tanto.
Dímelo tú, espíritu errante.
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