Pero en el segundo libro, eso ya no es preciso. Por eso me plantee cambiar de estrategia. Pero, ¿debía olvidarme del diario de Akeru? No lo creí posible. Akeru, sus reflexiones, es el alma de la historia. ¿Cómo podía seguir contando su historia sin contar con su propia voz? Pero tanto Kurayami como Hikarí merecían también tener la oportunidad.
Aquí se me planteó un problema. ¿Intercalar tres diarios? Dios, no. ¡Que lío hubiera sido! Confundiría y llegaría un momento en que ya no sabríamos sobre quién estábamos leyendo. Pero sí podía crear un narrador omnisciente, que nos contara todo aquello que Akeru no sabía y que, al mismo tiempo, nos planteara el enigma que presidirá esta segunda entrega.
Llevo ya unos cuantos capítulos y, sinceramente, creo que está resultando.
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