Oculto
tras la máscara de forma sutil
sin
remilgos, escondemos
lo
que somos, y pretendemos,
con
inocencia infantil,
que
nadie más que nosotros sabe
lo
que guarda nuestra mente, nuestra ánima.
Pues
creemos con certeza cándida
que
nuestros ojos no son espejos,
que
nuestro rostro no es un reflejo,
que
nuestros gestos no nos delatan.
Y
así vamos por la vida, como niños incautos
que
sonríen con inocencia
negando
lo que es evidente:
que
nos comimos el chocolate.
0 susurros a mi conciencia:
Publicar un comentario
Siéntete libre de comentar, pero siempre desde el respeto.