Caminar. Nuestras manos entrelazadas mientras pisábamos nuestras sombras.
El sol, desde su carro celestial, nos observaba atento a nuestras caricias
veladas. Éramos felices, en ese entonces. Cualquier excusa era válida para
besarnos, y cualquier momento era bueno para hacer el amor. No nos importaba
nada, ni nadie era más importante que nosotros mismos.
La arena de la playa y el agua del mar acariciaban nuestros pies
desnudos mientras caminábamos. El azul del cielo competía con el verde del mar
en el horizonte, intentando ganar terreno el uno al otro, inmortalizándose en
un manto de colores fríos que ofuscaba la cólera del observador mancillado,
aquel que acude al mar para llorar sus penas y dejar que las lágrimas limpien
todo el dolor.
El calor del sol nos acariciaba la espalda mientras el agua nos lamía
los pies, y tus manos me asían por la cintura para atraerme hacia ti y poder
besarme, con ganas, con pasión, olvidados los ojos que nos miraban.
Éramos felices, en ese entonces. Cuando la sonrisa iluminaba nuestros
rostros y las carcajadas acudían fácilmente a nuestra garganta. No importaba el
piso pequeño donde vivíamos ni la cama estrecha porque no cabía una mas grande.
Siempre decías riendo que era mejor así, porque de esa forma siempre tenias una
excusa para dormir abrazado y yo no podía quejarme porque no teníamos otro
remedio. Y yo me reía también y te decía que desde cuando necesitabas una
excusa para abrazarme...
Éramos felices, sí, muy felices. Me hacías el amor todos los días en
cualquier lugar, no importaba donde. Recuerdo aquel día que viniste a buscarme
a la oficina y nos metimos en el baño, y allí me hiciste tocar las estrellas
con las manos, gimiendo en susurros porque si don Genaro nos pillaba seguro me
despediría... Pero en ese entonces éramos felices y no me importaban los
riesgos. Aún pensábamos que el amor todo lo podía y que ninguna dificultad
sería suficientemente terrible como para que no pudiésemos con ella.
Pero nos habíamos olvidado de algo.
Nos habíamos olvidado de la rutina, el tedio, el aburrimiento. Tres
nombres para una misma cosa, tres nombres para el asesino de nuestro amor...
Éramos felices, en ese entonces, cuando todo era una sorpresa y nada nos
divertía mas que estar juntos mirándonos a los ojos.
Lastima que ya no es así.
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