domingo, 29 de julio de 2012

Relato: Caminar


Caminar. Nuestras manos entrelazadas mientras pisábamos nuestras sombras. El sol, desde su carro celestial, nos observaba atento a nuestras caricias veladas. Éramos felices, en ese entonces. Cualquier excusa era válida para besarnos, y cualquier momento era bueno para hacer el amor. No nos importaba nada, ni nadie era más importante que nosotros mismos.

La arena de la playa y el agua del mar acariciaban nuestros pies desnudos mientras caminábamos. El azul del cielo competía con el verde del mar en el horizonte, intentando ganar terreno el uno al otro, inmortalizándose en un manto de colores fríos que ofuscaba la cólera del observador mancillado, aquel que acude al mar para llorar sus penas y dejar que las lágrimas limpien todo el dolor.

El calor del sol nos acariciaba la espalda mientras el agua nos lamía los pies, y tus manos me asían por la cintura para atraerme hacia ti y poder besarme, con ganas, con pasión, olvidados los ojos que nos miraban.

Éramos felices, en ese entonces. Cuando la sonrisa iluminaba nuestros rostros y las carcajadas acudían fácilmente a nuestra garganta. No importaba el piso pequeño donde vivíamos ni la cama estrecha porque no cabía una mas grande. Siempre decías riendo que era mejor así, porque de esa forma siempre tenias una excusa para dormir abrazado y yo no podía quejarme porque no teníamos otro remedio. Y yo me reía también y te decía que desde cuando necesitabas una excusa para abrazarme...

Éramos felices, sí, muy felices. Me hacías el amor todos los días en cualquier lugar, no importaba donde. Recuerdo aquel día que viniste a buscarme a la oficina y nos metimos en el baño, y allí me hiciste tocar las estrellas con las manos, gimiendo en susurros porque si don Genaro nos pillaba seguro me despediría... Pero en ese entonces éramos felices y no me importaban los riesgos. Aún pensábamos que el amor todo lo podía y que ninguna dificultad sería suficientemente terrible como para que no pudiésemos con ella.

Pero nos habíamos olvidado de algo.

Nos habíamos olvidado de la rutina, el tedio, el aburrimiento. Tres nombres para una misma cosa, tres nombres para el asesino de nuestro amor...

Éramos felices, en ese entonces, cuando todo era una sorpresa y nada nos divertía mas que estar juntos mirándonos a los ojos.

Lastima que ya no es así.


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