La
sirena del puerto aúlla anunciando el amanecer, despejándome del sopor de una
noche no dormida. Desde la cama, sin moverme por miedo a que me descubras
observándote a hurtadillas, veo tu figura, aún desnuda, recortándose ante el
ventanal, mirando al exterior mientras tus manos sostienen apartadas las
cortinas.
Daría
cualquier cosa por saber qué miras con tanto interés. Quizás un velero
abandonando su amarre, dispuesto a internarse en lo mas recóndito de su amante
azul; o una gaviota madrugadora llamando al sol con su desagradable graznido;
quizás nuestras propias huellas en la arena de la playa; o mi primer gemido
cuando hundiste tus manos entre mis piernas.
Estás
muy callado, mirando con tus ojos azules un amanecer dorado que trae el zurrón
repleto de esperanzas y buenos augurios. No te mueves ni un centímetro, como si
tu cuerpo estuviese esculpido en mármol con martillo y cincel, otro David en
manos de Miguel Ángel; pero tu cuerpo no está frío y, si me fijo, veo tu pecho
subir y bajar al compás de tu respiración.
Tu
mirada se vuelve hacia mí y me descubres, arrebujada en la cama, envuelta en el
nórdico en esta mañana de invierno. No alcanzo a comprender cómo es que no
tienes frío...
La
sirena aúlla de nuevo y te arropa con su desagradable gritar. Te invito a la
cama de nuevo y tu me sonríes mientras pasas las manos por tu larga melena, un
gesto femenino que tu conviertes en tan masculino...
Me
haces el amor de nuevo mientras la luz del sol invade poco a poco nuestro
refugio; me haces gritar de placer olvidándome del resto del mundo, sintiéndote
tan dentro de mí que me abrasas el alma. Te miro y tu imagen se desdibuja en
mis ojos llenos de lágrimas.
De
nuevo el día te arranca de mis brazos, dejando sólo el tenue aroma de tu
perfume; y el largo esperar diurno se hace eterno mientras anhelo con ansias la
llegada de la nueva noche y con ella, tu presencia.
Es precioso, me encanta la pasión con la que ella lo ve, esa perfección que delata que está enamorada. :D
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