Hoy, por fin, ha salido a la venta mi última novela, y estoy de un nervioso que no os podéis ni imaginar. ¿Que por qué? Porque en estos momentos es como si fuera mi primer retoño, como si lo que he escrito hasta ahora no existiese, ¡ha sido tan brutal el cambio que he tenido que hacer! He intentado mantener mi estilo habitual, pero claro, recortando al 0% todas esas expresiones de hoy en día que suelo utilizar. Eso ha supuesto un esfuerzo extra, el tener que adaptar mi lenguaje, normalmente coloquial, a algo más elegante y acorde con la época en que transcurre la historia. ¡Pero no os preocupéis! Por Dios, que no he utilizado castellano antiguo jajajajajajjja
Creo que lo que más me ha costado, y no sé si lo he conseguido (eso ya me lo diréis) han sido los diálogos. Mis personajes suelen usar «bonitos palabros», sobre todo cuando se cabrean o están exaltados negativamente, y he tenido que tirar de mis propias riendas para cortarme (no quedaría nada bien a todo un conde inglés de la época de la regencia, usando expresiones del tipo «me cago en...» o «no me jodas» jajajajjaja).